Intraducible
Yo también soy indomable e intraducible
Walt Whitman (52)
Intraducible como la maravilla.
Intraducible como la rebelión.
Intraducible como el interior que respira.
Intraducible el deseo iluso,
el coloquio de los ojos,
el salvajismo de tu canto,
como el gemido del halcón,
los murmullos de la selva,
como tus sombras que no se callan
y de tu carne, barro,
florecen luego hierbas.
Intraducible como los remolinos
que recogen tu cuerpo,
como la ausencia de no ser,
de las palabras que lo hacen.
Como el desamor, intraducible,
la falta de copulación,
el sabor del sexo,
el entendimiento del crear
y su presencia.
Intraducible como el laberinto peculiar
de la vida y de la muerte,
como los átomos del Yo
que se diluyen y reconfiguran,
como ecos de identidades disipadas,
como las olas de los mares que se confunden,
como el sentimiento y los brotes
que te eluden,
aunque supongas haberlos atrapado.
Intraducible como el perfume del suspiro,
el graznido de un latido oscuro,
el recinto de la voz indescifrable,
el aire negro.
El sol se me acerca,
al retroceder del día,
por el otro lado de mi ventana,
con el resplandor de su sonrisa
y en las hojas de la magnolia
me saluda. Intraducible.
Inútil, pero irresistible,
es el querer traducir,
aunque tú, yo, nosotros
nos rebelemos, escapemos
y creamos no ser nada de eso.
Increíble.
© Luis Alberto Ambroggio (del poemario Todos somos Whitman, 2014).